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Susana Malfatti

Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? De Mark Fisher

Reseña libre para Revista Desde La Trinchera.



Este libro me lo encontré en una mesita de feria de la plaza principal de Nono, Traslasierra. Un pueblito al que cada vez que pueda voy a volver porque nos encanta la magia del lugar y su leyenda comenchingona que cuenta el origen de esas dos sierras puntiagudas, maternales y lejanas.

El titulo original de este libro es en inglés y fue publicado en 2009 por Mark Fisher, quien sumido en el Reino Unido de la reciente crisis de 2008, nos trae de manera descarnada a un tiempo en el que ¿ya no hay alternativa?


Sí, este libro tiene sus años, casi doce y la situación que allí se planteaba no solo permanece, sino que a nivel mundial, ha empeorado.

Con esta breve reseña quiero entusiasmarles a su lectura, que me parece brillante, no solo la del libro, sino a la lectura que hace Fisher de la sociedad contemporánea, a la luz de una congregación de autores de la talla de Marx, Harvey, Jamenson, Zizek, Badiu, entre otros y que él reúne, sintetiza y reactualiza en una misma mesa, para ponerlos a jugar en un continuum fresco y dinámico como es este texto.

Este teórico británico, fallecido trágicamente hace menos de un lustro y con solo 48 años, en nueve capítulos y un anexo, nos regala un valiosísimo aporte, en tanto crítico de la cultura circundante. Más allá que provenga de Europa, sus contribuciones nos permiten pensarnos y pensar nuestra sociedad y cultura-as como parte de un entramado más amplio, sistémico y estructural que es el capitalismo.

Cuando Mark Fisher define al realismo capitalista, se refiere a ese campo de lo posible de ser pensado, una ideología imperante, representativa de los intereses del capital que se ha introducido en las formas de ser y organizarnos como sociedad, al punto de estructurar nuestros sueños.

Fisher lo define como "lo más parecido a una atmósfera general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, y que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuinos".

El realismo capitalista se basa en la idea de que el sistema económico que conocemos como capitalismo es el único viable, como ideología proclama además que no hay opciones: “...es imposible incluso imaginar una alternativa.” ¿No les suena conocido? Es como cuando se habla de la democracia representativa, se acepta que no es lo mejor que tenemos pero que por ahora no queda otra y de todas las opciones es lo menos peor, así sin más hay que aceptar el sistema que tenemos.

Como toda ideología, el realismo capitalista oculta algo y es precisamente que reposa sobre el cinismo característico de una forma de ser incoherente, que nos lleva a pensar algo, pero actuar de manera opuesta. Un cinismo que nos habilita a todos nosotros al repudio de sus lógicas egoístas, competitivas, de lucro y acumulación indefinida, etc. mientras que sigamos comprando o vendiendo. Es decir, que “Estamos autorizados a seguir participando en el intercambio capitalista siempre que consideremos que el capitalismo es algo muy malo solo en nuestro fuero interno”.

Ante un panorama semejante, el de ni siquiera poder idear, fantasear o proyectar, nos queda la resignación “...Por esta razón, toda acción es algo superflua desde el comienzo: sólo la esperanza sin sentido parece tener sentido. Proliferan entonces la superstición y la religión, los primeros recursos del desamparado. Lo que enfrentamos, es un sentido más generalizado y más profundo del agotamiento y de la esterilidad política.” ¿Para qué pensar una forma distinta de vivir si no hay salida? ¿Y para qué hacer algo si nada va cambiar? El mundo fue y será una porquería ya lo sé, la política no sirve para nada y largos etcéteras.

Fisher también nos advierte acerca de los disfraces que utiliza el realismo capitalista: se puede presentar como “una sobreidentificación con el capital en su aspecto predatorio más despiadado” en expresiones culturales (series, películas, música) que exaltan la violencia descarnada de las calles, que realzan a los sujetos proxenetas, a los dealers, a los asesinos, etc. Que muy lejos de delinear alguna alternativa: nos devuelven tras la pantalla, que el mundo es así de violento, que cada vez es peor y uno o una, solo debe salir a cuidarse o a atacar, o sos un lobo o sos un cordero en la gran estructura omnipotente, salvaje y brutal de la realidad. Solo para comprobar que la máscara disimula bien, basta con saber que cuentan con el apoyo de las grandes industrias de la música y el cine, en vista de que si los respaldan, aunque muestren la peor cara del capitalismo, es justamente porque no afecta sus beneficios económicos.

Lo mismo vale para la otra máscara del realismo capitalista: precisamente expresiones que se dicen anticapitalistas y que sin embargo no sólo no toca los intereses del capital, sino que los consolida. Ejemplo de ello son las iniciativas de responsabilidad social de las empresas o los mega recitales de rock para erradicar la pobreza o para venir más cerca de nuestros días, los mega magnates con conciencia ecológica o filantrópica como Jeff Bezos o Bill Gates.

¿Cuál es la alternativa? o ¿Cuál es la salida? No son las cuestiones correctas, Fisher aporta en principio, que lo más importante es entender que sí hay salida, que sí es posible volver a pensar, imaginar, idear otras formas de organizaciones sociales, políticas y económicas.

En este sentido puede venir a nuestro auxilio los aportes de Rita Segato[1], quien recomienda no colocar las esperanzas de transformación en un futuro utópico, sino en uno cercano, concreto, que podamos alcanzar a ver, para ello nos recomienda buscar formas de organización ya existentes y valiosas de mujeres, de pueblos originarios, por poner un ejemplo.

También Fisher nos regala, con su profundo análisis, algunas puntas de ovillo para desentramar la madeja de la estructura hipertrófica del capitalismo «tal como es: rapaz, indiferente, inhumano.”

Qué pasos seguir, no lo va a resolver solo un libro, pero recomienda a la izquierda dejar la actitud derrotista y de apego a los fracasos de antaño. Asimismo, para intentar un ataque severo al realismo capitalista debemos exhibirlo en toda su incoherencia. En palabras del autor: “una estrategia... podría ser la invocación de lo Real que subyace a la realidad que el capitalismo nos presenta.” Es decir poder develar y conectar cada vez con más argumentos la responsabilizar al capitalismo en tres esferas: en primer lugar poder escuchar a quienes nos advierten sobre la catástrofe ambiental que se aproxima si todo sigue igual, poniéndonos en disputa con esa fantasía de que los recursos son infinitos y que si surgiera algún problema el mercado puede resolver todo.

Así lo dice Fisher: “la relación entre el capitalismo y el ecodesastre no es de coincidencia ni de accidente: la necesidad de un «mercado en expansión constante» y su «fetiche con el crecimiento» implican que el capitalismo está enfrentado con cualquier noción de sustentabilidad ambiental.”

La segunda paradoja del capitalismo es la relacionada con la salud mental. “La operatoria del realismo capitalista, insiste en que […] debe tratarse como un hecho natural […] En las décadas de 1960 y 1970, la política y la teoría radicales (Laing, Foucault, Deleuze y Guattari, etc.) formaron una coalición a propósito de cuadros mentales extremos como la esquizofrenia y argumentaron, entre otras cosas, que la locura no es una categoría natural sino política.”

Es decir, que en todo ámbito que nos toque deberíamos insistir en re politizar ciertas esferas y dejar las explicaciones meramente individuales, que sostienen que una manifestación psicológica y/o psiquiátrica se resuelve solo en el ámbito privado de la familia o en el de la salud mental. “La plaga de la enfermedad mental en las sociedades capitalistas sugiere que, más que ser el único sistema social que funciona, el capitalismo es inherentemente disfuncional, y que el costo que pagamos para que parezca funcionar bien es en efecto alto.”

Por último Fisher nos recuerda algo que vemos a diario y es la aporía de la burocracia. Siempre el neoliberalismo, soldado del capital aborreció a la burocracia en general y a la estatal en particular. Sin embargo, cuando el capitalismo ha llegado a un nivel máximo de despliegue, la burocracia no ha desparecido, sino que ha mutado a una forma ubicua y prolifera desde la descentralización. Esto es fácilmente comprobable cuando tenemos un problema con internet, o con las empresas de telefonía móvil. Cualquiera puede verificar que ante un reclamo, frente a la operadora de turno, tenemos que ponernos el traje de budista zen para no entrar en un colapso nervioso por la impotencia que nos deja el transitar caminos empedrados de dilaciones, obstáculos y entreveros a los que te llevan las respuestas administrativas y oficinescas, si intentas dar con algún responsable. Un ejemplo muy bello y triste a la vez pueden verlo en la película “I Daniel Blake” del director Ken Loach, estrenada en 2016.

Para concluir con mi recomendación y frente a la pregunta urgente de qué hacer con todo esto, Mark Fisher nos dice que como si fuera la primera vez, debemos comenzar a desarrollar estrategias contra un capital que se presenta como ubicuo tanto en términos geográficos como ontológicos. Según el autor, un primer paso es reconocernos parte esencial de este sistema. En sus palabras:

“buscar posibilidades reales para la acción política implica, primero que nada, que aceptemos nuestra inserción en el nivel del deseo en la picadora de carne del capitalismo. Lo que queda sin decir en el rechazo del mal y la ignorancia dentro de un Otro fantasmático es nuestra propia complicidad en las redes planetarias de la opresión. Lo que debemos tener en mente es tanto que el capitalismo es una estructura impersonal hiperabstracta como que no sería nada sin nuestra cooperación.”

Este me parece el aporte fundamental del libro, es una afirmación potente, aunque originariamente sea de Zizek, frente a la que no podemos quedar indiferentes.

Tandil, abril 2021

[1] Prometo una próxima entrada sobre los libros de Rita Segato.

Notas

Todas las citas pertenecen al libro reseñado.


Bibliografía:

Fisher, Mark. 2009: Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Traducción Claudio Iglesias. Edit. Caja Negra.


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