Sobre los “malditos” incendios en los humedales y bosques de Argentina. Una lectura a partir de "Chinatown" de Polanski.
“- La historia se repite.
- [...] Olvídalo todo, es el Barrio Chino.”
Chinatown, o Barrio chino es una película de 1974 dirigida por Roman Polanski (“El bebé de Rosemary”, “El pianista”) y escrita por Robert Towne. El conocido director polaco aparece también haciendo un breve y lacerante cameo.
La cinta está protagonizada por Jack Nicholson, Faye Dunaway y John Huston (sí, el legendario director de “El halcón maltés”, entre otros films). Nicholson encarna a Jake Gittes, un detective privado de Los Angeles que se ve envuelto en un turbulento caso que engloba crímenes, engaños y corrupción en los años treinta. Dunaway interpreta a Evelyn Mulwray, algo parecido a una “femme fatale”, aunque bastante más melancólica y triste que aquellas exuberantes (y casi siempre rubias) de los inicios del cine negro. En tanto que Houston hace de Noah Cross, codicioso empresario y padre de Mulwray.
La maraña argumental de la película ingresa en la tradición de las creaciones propias del cine noir y neo-noir hollywoodense: por un lado tiene esas atmosfera enrarecida de los años treinta y cuarenta; por el otro la composición de los personajes se halla amparada por una estructura bastante clásica: diálogos con platos profusos y ambiguos, sujetos que se desarrollan en una trama con tintes cínicos y situaciones a veces desternillantes. El guión tiene pasajes que recuerdan lo mejor de la pluma de Raymond Chandler (El sueño eterno, El largo adiós, también llevadas al cine). Diría que es imposible no familiarizar al detective Jake Gittes con el personaje central de las intrigas de Chandler, Philip Marlowe. Todo esto hace que no sea tarea difícil involucrarse rápidamente en la historia, gracias a estos aspectos y las actuaciones destacables, sobre todo las de Nicholson y Dunaway. Sin dudas, “Chinatown” es de las mejores películas de intriga y detectives de la historia.
Por fuera del eje argumental principal de la historia pero al compás de ella, aparece lo que se dio en llamar “La guerra del agua en California”. ¿Cómo se conecta este tema con el film? El crimen que estaba investigando Jake Gittes sucede cerca del embalse de donde proviene el agua que alimenta a Los Ángeles y las áreas cercanas. La víctima es el jefe del Departamento de Agua –y esposo de Evelyn Mulwray- que días antes se había opuesto a la construcción de una nueva represa. En una conferencia había demostrado que fácticamente esta mega obra no solucionaría el tema de la escasez de agua, sino que pretendía desarrollar una inversión de agentes inmobiliarios para emplazar un área urbanística alejada de la ciudad, hacia la cual la nueva represa re-dirigiría parte de las aguas. Días después allí cerca aparece un vagabundo muerto a la vera de un riacho semi seco. De esta manera el detective Gittes comienza a atar cabos entre los misteriosos crímenes que se descubren y el inminente emprendimiento que los especuladores intentan imponer en el lugar.
Sin ánimo de entrar en spoilers, lo que se desliza con cierta sutileza en el film es la idea de si el agua es un bien privado, o si es un bien público. Se suscita el debate de si está bien, de si es ético que unos pocos y poderosos agentes inmobiliarios exploten y controlen el escaso recurso que existe en un inmenso medio desértico como es el californiano, donde viven millones de personas.
Saltando distancias con aquella “Guerra del agua en California”, hoy en día la problemática del agua toca muchas aristas en la realidad cotidiana argentina, tan distinta y extemporánea como comparable a lo contado en el film de Polanski. Por ejemplo, por mencionar algunos de los casos actuales más resonantes en términos mediáticos, esto se refleja en los incendios de humedales en el Delta del Paraná, en los bosques chaqueños, puntanos, los valles serranos de Córdoba e incluso en los bosques patagónicos.
Por un lado, es cierto que estamos asistiendo a varios meses sin lluvias en la región chaco-pampeana, un fenómeno meteorológico asociado a “La Niña”. Respectivas condiciones preparan el terreno para el recrudecimiento de focos de incendio a lo largo del país. Pero por otro lado es necesario salir a aclarar a los desprevenidos que adjudican responsabilidades únicamente al cambio climático, que el calor y la sequía –o las “condiciones naturales”- no son datos determinantes en la quema de montes y humedales, y tampoco meros “accidentes”.
Es de común conocimiento que al igual que con los desmontes, los incendios premeditados sobre áreas boscosas son una herramienta para (1) regenerar suelos y/o acaparar nuevas tierras para la producción agroganadera, ó (2) levantar onerosos proyectos inmobiliarios relacionados con los barrios cerrados (en criollo los llamados countries). No hay que descartar que las dos posibilidades se estén dando sincronizadamente en estos días de cuarentena y confinamiento de gran parte de la sociedad, donde incluso los organismos encargados de supervisar que estos desastres ambientales no sucedan se muestran incapacitados para detectar e intervenir en dichas problemáticas.
Crímenes contra los derechos naturales
Aunque en estos tiempos de Pandemia el mundo se asimila mucho a un barrio chino -es decir una suerte de enredo-, por suerte existen decenas de colectivos que visibilizan estas problemáticas, presionando a los gobiernos de turno para que por una buena vez existan mecanismos que protejan las áreas de humedales y de bosques en Argentina, y se penalice a los responsables de estas quemas y desmontes sin duda deliberados. El dilema se presenta cuando el Estado suele ser un arma de doble filo al hablar sobre penas y permisos. Basta solo con recordar que muchos de estos actos delictivos contra los ambientes cuentan a veces con las complicidades estatales en todos sus niveles, en tanto que desde medios hegemónicos se criminaliza la toma de tierras de los sectores más humildes. Incluso la mismísima Ley 26.331 de Bosques Nativos sancionada hace más de diez años no ha impedido que Argentina tenga las tasas de deforestación más altas del mundo, en clara consonancia con el ecocida modelo del agronegocio vigente en nuestro país. En este marco lo más probable es que tampoco se detenga el crecimiento de los barrios cerrados, ya que hay una tendencia a que los sectores opulentos se aíslen del resto como en una burbuja. Y a su vez afirmo que la cuarentena por covid-19 potenció esta modalidad segregativa.
Para redondear esta problemática con el tema de la película, lo interesante en el film de Polanski es cómo se plantean los modos (corrupción, ambición, crímenes) en que los seres humanos son capaces de decidir el destino de un río, embalse o humedal en favor de ciertos intereses, privatizando los ambientes y todo lo que incluye, dejando a merced al resto de la población. En el fondo de lo que trata es poner en el eje del debate la codicia incontrolable y creciente de algunos sectores con gran peso económico para poseerlo y destruirlo todo, incluso aquello que hace que la vida sea posible.
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