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Bolivia, otro hierro caliente

Después de casi un año de gobierno de facto y en un contexto de gran incertidumbre por lo que podía llegar a intentar la dictadura encabezada por Jeannine Añez, el domingo 18 de octubre se realizaron las elecciones en Bolivia. Tras la enorme victoria del binomio compuesto por el economista Luis “Lucho” Arce y David Choquehuanca del Movimiento al Socialismo - Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), la dictadura debió batirse en una retirada desordenada. Un gran triunfo del pueblo, aunque la derecha fascistoide todavía conserva fuerza y capacidad operativa principalmente en el oriente del país.


El domingo 8 de noviembre, tres semanas después de haber propinado una aplastante derrota a todo el conjunto de la derecha boliviana, asumieron Luis Arce y David Choquehuanca como presidente y vicepresidente respectivamente del Estado Plurinacional de Bolivia.


La fórmula del MAS-IPSP obtuvo el 55,10% de los votos. El contundente triunfo del pueblo boliviano sobre la dictadura encabezada por Añez y el resto de las fuerzas de derecha hizo que la dictadura quedara sin margen de maniobra para instrumentar los planes de contingencia que tenían preparados.


La enorme presión popular hizo que la dictadura, que había pospuesto la fecha de elección por tercera vez, debiera respetar la convocatoria del 18 de octubre y por sobre todas las cosas, aceptar los resultados. La presión del campesinado y de los trabajadores cortando rutas, movilizándose, realizando bloqueos, derrotó las maniobras de una dictadura que desde julio no pudo contener la ofensiva popular y el crecimiento del MAS-IPSP. La persistencia de la lucha del pueblo tonificó y fortaleció al MAS-IPSP.


Además, el pueblo pudo comparar lo que habían sido y significado los más de 14 años de gobierno del MAS-IPSP contra el tiempo que duró esta dictadura fascistoide encabezada por Añez. Una dictadura que tuvo como principal objetivo arremeter contra la expresión popular que había elegido para un nuevo período de gobierno a Evo Morales y provocar su dimisión. Una derecha que se encuentra bien representada en el cuadro latinoamericano y que muestra todo su odio y furia contra cualquier gobierno que intente representar a las masas y los intereses de las grandes mayorías.


Sin dudas, el golpe de Estado en Bolivia tuvo como condimento principal la arremetida de los sectores más retrógrados y conservadores que, con el apoyo del imperialismo estadounidense, lograron movilizar una parte de la población contra el gobierno de Evo Morales. Como complemento, errores propios del MAS-IPSP, le dejaron el campo libre a la derecha golpista.


Los golpistas elaboraron un discurso que se basó fundamentalmente en poner en duda los resultados de las elecciones que Evo Morales había ganado en 2019. Para ello contaron con la inestimable colaboración de la execrable Organización de Estados Americanos (OEA) y de su cuestionado Secretario General, Luis Almagro. Un personero de los intereses del imperialismo yanqui que es repudiado por las fuerzas populares de América y del mundo. Ese discurso falaz hizo mucho hincapié sobre la “inmoralidad y corrupción del gobierno de Morales” y que “se vivía bajo la dictadura de Evo”. La triste frase “miente, miente, que algo quedará” lamentablemente se cumplió. La derecha fascistoide boliviana logró construir un aparato que terminó, con el apoyo de sectores de las FFAA y de seguridad, dando el golpe de Estado.


Desde entonces, sectores organizados del pueblo, de campesinos, indígenas, obreros, intelectuales, vecinos de barrios populares, etc., fueron construyendo de manera más o menos autónoma la resistencia a la dictadura.


En el programa radial Todos los Fuegos, conducido por Daniel De Santis y Leonardo Salluzo que se emite por AM740 Radio Rebelde, el dirigente guevarista y sociologo Boris Ríos sostuvo que la lucha de las organizaciones populares tuvo tres victorias que contribuyeron a la gran victoria final del pueblo boliviano sobre la dictadura de Añez y el conjunto de la derecha fascistoide.


El primer triunfo del pueblo fue la constitución de una resistencia popular que luchó sin cuartel hasta arrancarle una convocatoria a elecciones a la dictadura de Añez.

El segundo triunfo del pueblo fue el de identificar en el MAS-IPSP la herramienta para recuperar la democracia y luchar para que la dictadura de Añez no proscribiera al MAS-IPSP.


El tercer triunfo del pueblo el de resistir el acoso, la persecución política, la violación de los derechos humanos, etc., construyendo la base del gran triunfo que no dio lugar a la derecha boliviana para llevar adelante ninguno de los dos planes que barajaban: ni el de intentar el fraude para forzar una segunda vuelta, ni el de llevar a cabo un nuevo golpe de Estado militar.


Para Boris Ríos, la presencia de veedores internacionales y la gran atención mundial que se fijó sobre lo que estaba pasando en Bolivia terminaron de echar por tierra con los planes de los golpistas y la derecha fascistoide.


Aunque advierte sobre la existencia, tanto en Cochabamba como en Santa Cruz de la Sierra, de organizaciones paramilitares y parapoliciales que no han sido desactivadas ni desarticuladas y que pueden plantear un escenario sumamente conflictivo en los próximos meses si estos grupos no son desmantelados. Hecho que se puede corroborar con el asesinato del dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), Orlando Gutiérrez, que murió luego de ser atacado por una patota en un bar de La Paz. Se presume que el atentado fue orquestado por grupos afines al gobierno de facto. O con el atentado con dinamita en la sede del MAS-IPSP de La Paz mientras se encontraba, dentro del edificio, Luis Arce.


Según Boris Ríos, el golpe de Estado permitió a los sectores populares organizarse, incluso para la autodefensa de la democracia, el control territorial, grupos preparados de reacción, etc., por gente que ya vivió en dictadura y que sabe cómo se debe enfrentar a la reacción más violenta. Él considera que frente a cualquier tipo de desviación, esa enorme experiencia colectiva acumulada en este año representa una garantía. Mucho más si se tiene en cuenta que, a diferencia de lo que fueron los radicalizados discursos de campaña, el programa electoral del MAS-IPSP es mucho más moderado.


Dentro del MAS-IPSP conviven dos visiones. Una que defiende a la clase media como sujeto político en el proceso de cambio y la otra que defiende al campesino originario, obrero y popular como el verdadero sujeto histórico de la revolución boliviana.


Boris Ríos considera que esas dos visiones se han puesto en pugna; pero fue el discurso radical, anticapitalista, antigolpista y antineoliberal el que arrasó en las elecciones y permitió el triunfo del MAS-ISPS con el 55,10% de los votos. Eso abre una posibilidad de recomposición para que los sectores populares continúen fortaleciendo el proceso de cambio desde abajo, dando batalla al reformismo burocrático que tantos males trajeron al pueblo y al proceso de cambio boliviano. Incluso, el triunfo en Bolivia es tan importante para la región que puede dar un nuevo impulso a que se retome el proyecto de la Patria Grande que impulsó la revolución bolivariana con el comandante Hugo Chávez a la cabeza.


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