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Entrevista a Dana Valente Ezcurra, sobre el acceso al hábitat y ocupación colectiva de tierras

La Revista Digital Desde La Trinchera inaugura la columna de entrevistas a mujeres aguerridas, trabajadoras, indóciles, contestarias, que desde un compromiso social trabajan de manera incansable y anónima, con la finalidad de transformar situaciones de inequidad en nuestra ciudad. -


En esta primera ocasión tenemos el gusto de presentarles a Dana Valente Ezcurra (33), profesora de Historia, quien actualmente se encuentra realizando estudios de posgrado en el marco de una beca doctoral del CONICET, tanto en la Maestría en Ciencias Sociales en la Facultad de Humanas de la UNICEN, como en el Doctorado de Ciencias Sociales de la UNLP.


Bajo otros formatos, desde la Revista, hemos transitado por la problemática de acceso al Hábitat y la toma de tierras. Dana, recientemente concluyó su tesis de Licenciatura en Historia sobre “La experiencia de ocupación colectiva de tierras y viviendas en el barrio Plan Federal de viviendas en la Movediza, entre los años 2009 y 2011” y en relación a este tema se refiere la presente conversación, donde nos adelanta y acerca generosamente, parte de su trabajo.

Este tipo de contribuciones, a partir de trabajos de campo en nuestra localidad, nos permite acercamientos más completos y comprensivos a los temas complejos, tan acuciantes y necesarios de la actualidad. Los invito a leer la entrevista.


En relación con la historia reciente y las tomas en el barrio la Movediza de nuestra ciudad. ¿Qué aspectos de ese proceso, consideras más relevantes a la luz de la actualidad?

En términos del acceso al hábitat urbano, que comprende tanto el acceso a la vivienda, a la tierra y a los servicios de infraestructura, es decir a los bienes sociales comunitarios y acceso a los beneficios y oportunidades que nos brinda la ciudad, pueden verse aspectos vinculados con una transformación socio-espacial y un proceso de transformación urbana, sobre todo a comienzos del siglo XXI.

La misma, se vincula a una profundización de ciertas dinámicas, tales como la segregación socio-espacial y la valorización diferencial del suelo, que a su vez tienen que ver con la acción del capital inmobiliario, que polariza algunas áreas de la ciudad por su paisaje serrano o por su acceso a determinados conjuntos urbanos, brindando una apreciación diferencial; esto es un precio más caro en algunas áreas de la ciudad, generando mayor plusvalía urbana.

Asimismo, a la vez que crecen estas dinámicas, aumenta la informalidad urbana: los barrios populares, el déficit habitacional y el crecimiento de la población inquilina, lo que se vio acompañado de un descenso de la población propietaria. Hechos que pueden corroborarse a la luz de la información que brinda el censo de 2010, donde si bien se evidencia mayor cantidad de construcciones y viviendas, una buena parte de ellas está deshabitada, pues persiguen fines turísticos y especulativos, y otra parte se encuentra concentrada. Es decir, que gran parte de la población se ha inquilinizado (fenómeno que da cuenta de una baja en la cantidad de propietarios, que descendieron un 8,2% -de un 70,4% a un 62,6%- y, de un aumento del 9% en la población inquilina -del 15,5% al 24,5% de la población-) superando nuestra ciudad, ampliamente a la media nacional (que, entre los Censos 2001 y 2010, registraba el descenso de 2,94% en la población propietaria, junto con el aumento de 5,07% en la población inquilina).

En relación a estas dinámicos socio-espaciales y de restructuración urbana, el fenómeno de las ocupaciones colectivas de tierras y viviendas aparece en la primera década del siglo XXI como un fenómeno relativamente novedoso en nuestra ciudad, siendo dos de los casos más paradigmáticos: La ocupación colectiva del Plan Federal en el barrio la Movediza y la ocupación del ex barrio SMATA (por la zona de Villa Laza).

Estos fenómenos de ocupaciones colectivas constituyen una novedad porque previamente se daban casos de ocupaciones hormiga, características de ocupaciones aisladas, individuales, sin una estrategia de organización común que les permita sostener el territorio ocupado y acceder a la urbanización y a la regularización dominial de las tierras y viviendas.

Esta población se ve doblemente expulsada, porque ha perdido su lugar en la estructura social y socio-ocupacional: en su mayor parte son desocupados, changarines, forman parte de la economía popular o informal o son sectores pauperizados que viven gracias a la asistencia del estado y que, debido al aumento en los alquileres, se vieron sin alternativas, muchos de ellos en situaciones de calle, y deciden la ocupación de los terrenos y de las viviendas. En este caso de viviendas inconclusas y abandonadas.


Decía, doblemente expulsadas porque pierden su lugar donde estaban viviendo: ya sea alquileres, casas de familiares, en situaciones algunas de hacinamiento intrafamiliar pero también, su posibilidad de reproducir sus condiciones básicas de existencia en el marco de la esfera del trabajo. Con lo cual las ocupaciones son un intento de recomponer esas condiciones de existencia, propias y de su familia. Este hecho es un fenómeno, de alguna manera, poco registrado.




¿Qué otros acercamientos a la comprensión del tema te posibilitó esta investigación? 


En términos de formas de comprensión del tema, creo que uno de los aspectos más interesantes tiene que ver con la vinculación que existe entre las transformaciones en las relaciones sociales y las relaciones espaciales que se dan en cualquier proceso histórico, pero que, en la historia reciente de nuestra ciudad, se han visto reforzadas, a partir del cambio en el perfil productivo y en las actividades y ramas de actividad relacionadas con el turismo.

De esta manera fueron surgiendo nuevas formas de habitar, vinculadas a los barrios cerrados o semi-cerrados, cercanos a las áreas serranas. Por otra parte, en cuanto al crecimiento intra-urbano de la ciudad, también sus formas se vieron transformadas, sobre todo por la verticalización y el crecimiento de los edificios en altura, lo que da cuenta de un alto nivel de desarrollo de la plusvalía urbana y sumado a ello, la periferización que tiene que ver con el crecimiento de la ciudad hacia los bordes, muchas veces en condiciones de precariedad urbana.

Otra de las cuestiones más evidentes es que la calidad de vida urbana en los procesos de urbanización capitalista, constituye una mercancía y no toda la población puede acceder a ella a través del mercado. Por ende los sectores de la población trabajadora que no acceden al crédito y que no pueden ser sujeto beneficiario de políticas públicas de vivienda social, en el caso de que éstas se desarrollen , no tienen alternativas más que el hacinamiento, para poder solucionar el problema de la vivienda y en ese sentido, es necesario ver que las ocupaciones colectivas, son estrategias para acceder a la vivienda, de una parte de la población completamente expulsada, empobrecida y excluida de las condiciones generales de acceso a derechos y posibilidades de trabajo y que eso agrava un cuadro de exclusión.

A esto se le suma que, muchas veces, las respuestas del estado refuerzan el problema, al tender a un abordaje estigmatizador o vinculado a la criminalización y judicialización del conflicto. Más aún, llevado al ámbito jurídico, la situación se prolonga en el tiempo, generando agravamiento de los problemas.

En este sentido, resulta llamativo el subregistro de la problemática habitacional a nivel local, teniendo instrumentos para hacerlo y la falta de regulación y las escasas políticas de acceso al suelo urbano.

Respecto a otros acercamientos a la comprensión del tema, creo que una de las cuestiones más llamativas, tiene que ver con la doble vara o el doble criterio para analizar los fenómenos de apropiación del suelo urbano. Frente a algunos casos existentes que podrían denominarse en manos de “ocupas vip”, de tomas de nuestras sierras, hecho probado en uno de los countries, asentado sobre tierras provinciales que fueron comercializadas y que actualmente siguen en la justicia, no se evidencia una carga social de responsabilización hacia quienes, con ánimo de lucro, ejercieron este tipo de ocupación. Sin embargo, en los casos donde los protagonistas son sectores de la población trabajadora y empobrecida, muchas veces en un pedazo de tierra que no es valorizado ni siquiera por áreas del capital inmobiliario, la reacción tiende a la condena, a la mirada delictiva.

Siendo que en la mayoría de los casos la ocupación es una elección desesperada, que se hace en un intento desesperado de recomponer las condiciones básicas de existencia, frente a una amenaza permanente de vivir en situación de calle, de no poder garantizar la comida, ni las condiciones de cuidado.




¿Según tu parecer cuáles son las conclusiones más relevantes a las que llegaste?

En primer lugar, poder dar cuenta que las ocupaciones colectivas son más comunes de lo que creíamos. En nuestra ciudad se han desarrollado múltiples casos de experiencias de ocupación que permanecen de alguna manera invisibilizadas y silenciadas, en tanto experiencias de lucha. Pareciera que en Tandil no se habrían desarrollado experiencias de lucha social urbana exitosas y sin embargo esto no ha sido así. Vale citar el caso de Villa Cordobita en el año 2015, y otras posteriores. Aunque en la historia reciente todavía no han sido tratadas o estudiadas en profundidad, considero que todas esas experiencias forman parte de un ciclo de luchas sociales urbanas en crecimiento desde comienzos del siglo XXI.

Otro aspecto que me resultó llamativo, fue que las ocupaciones de tierra y de vivienda que se han desarrollado en nuestra ciudad no tenían otro fin que acceder a una vivienda propia y en este sentido no constituyen experiencias contra la propiedad privada o que amenacen la propiedad privada en general, visto como un elemento fundante de las relaciones jurídico-políticas de nuestra sociedad. Sino que lo que buscan a través de una forma y una estrategia de lucha territorializada, es acceder a esta vivienda, a la regularización dominial de la misma y que el estado reconozca la tenencia y la propiedad en favor de les ocupantes para poder contar con los servicios básicos. Incluso estas demandas a nivel local, muchas veces fueron acompañadas de un pedido porque se les restituyan las prestaciones sociales.

En este sentido, una de las principales quejas de ocupantes era que se los incluía en una especie de lista negra, por la cual se les impedía acceder a beneficios sociales como bolsones de alimentos o incluso sorteos de viviendas.


¿Qué opinión te merecen las llamadas tomas en general y cuáles son las problemáticas más relevantes alrededor del tema hábitat? (Tandil, Guernica, El Bolsón, etc.) 


Yo considero que las ocupaciones colectivas de tierras, pueden ser interpretadas en términos analíticos como un fenómeno que lo que busca es apropiarse una parte de la ciudad, una parte de los beneficios de la ciudad, un territorio determinado y a partir de ello, recomponer las necesidades básicas de existencia. En este sentido las ocupaciones pueden ser entendidas como un fenómeno de re-territorialización de la población que ha sido expulsada de la ciudad, porque no puede acceder a la vivienda a través del mercado. También, pueden ser entendidas como un movimiento socio espacial en disputa por la ciudad, en mi opinión personal, considerarlas solo como fenómeno de comportamiento delictivo tipificado como usurpación, obtura la posibilidad de ver, en la ocupación de tierras, elementos en común. Existen problemáticas comunes, quienes las protagonizan, muchas veces constituyen parte de los mismo sectores y clases sociales de la población y en ese sentido pensarlas como un movimiento socio territorial que disputa la apropiación de la ciudad permite verlas como parte de una expresión de lucha del campo popular que trasciende nuestro país, que se está desarrollando actualmente a escala mundial, para restituir condiciones mínimas de existencia a grandes grupos de poblaciones expulsados por la lógica y las relaciones del sistema capitalista actual.

Un sistema donde la acumulación financiera y la acumulación por desposesión o fenómenos vinculados al extractivismo urbano han generado que la ciudad sea una mercancía y que la calidad de vida también lo sea, cuando paradójicamente la ciudad es fruto del trabajo colectivo acumulado a través de la historia por generaciones pasadas y presentes y por ende socialmente construida, pero, apropiada en forma privada.




¿Qué soluciones posibles vislumbras y cuál debería ser la toma de postura del Estado, de las ONG, de la justicia? 

Resulta muy difícil pensar en soluciones concretas al problema de la vivienda en el marco de las relaciones sociales existentes actualmente. En primer lugar, porque la propiedad privada de la vivienda genera permanentemente una tensión entre el valor de uso y el valor de cambio o valor mercantil que puede tener esta vivienda. Por ende, muchas veces si bien el derecho a la vivienda existe y está garantizado por la constitución, no se arbitran las medidas necesarias para que toda la población pueda acceder al mismo.

Se espera que esa tensión pueda ser resuelta en el marco de las relaciones del mercado y el mercado las resuelve a su manera, es decir generando mayores niveles de apropiación de la plusvalía urbana y del territorio. Algunos teóricos, al analizar las características actuales de los procesos de urbanización dentro de la acumulación capitalista, como en el caso de David Harvey, plantean la existencia de la acumulación por desposesión, y en ese sentido creo que uno de los principales elementos para construir soluciones, es que el estado tenga un rol más presente en la regulación. Por un lado, del mercado inmobiliario y del funcionamiento de la vivienda en tanto mercancía y por otro, de la vivienda social, generando políticas públicas que promuevan el acceso al suelo urbano y a la vivienda, para los sectores de la población que van a ser excluidos a través del mercado, por las dinámicas que tiene hoy en día tanto el mercado crediticio, el financiero como el inmobiliario.

Todos sabemos que hoy en día es muy difícil tener un ingreso que permita acceder a un crédito para la construcción o adquisición de un terreno, así que por un lado las condiciones de posibilidad, para una solución indispensable, surgen de la mano de un estado más presente, garantizando nuevos instrumentos y poniendo en valor los instrumentos que están en vigencia. Como por ejemplo, en nuestra provincia, la Ley 14.449 de “Acceso justo al hábitat” que prevé la creación de bancos de tierra, la creación de consejos municipales o locales de hábitat ,donde puedan participar organizaciones de la sociedad civil, ONGs, diversos agrupamientos y sectores que trabajan en el acceso a la vivienda o en planes de vivienda y que actualmente no encuentran un espacio donde construir, junto al estado, alternativas posibles que garanticen un aprovechamiento máximo de los recursos y normativas existentes.

Eso sería un punto fundamental y, a la vez, punto de partida para el surgimiento de otras estrategias de lucha y de organización, que permitan a la población acceder a la vivienda y por supuesto, también un tratamiento del tema que busque comprender las causas de fondo de la problemática, profundizando en la cuestión y no en un abordaje superficial que tienda a estigmatizar a la población ocupante y a borrar o negar los casos que ya se han dado. Ya que los mismos, constituyen experiencias de las cuales se pueden sacar aprendizajes para la implementación de políticas públicas que permitan modificar estas dinámicas socio-espaciales, estas relaciones socio-espaciales que se han transformado tan fuertemente a nivel local en estas décadas y que hacen que el problema de la vivienda sea hoy en Tandil uno de los problemas claves.


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