Logros, peligros y reflexiones en torno a la actualidad de Bolivia, Chile y Perú
Festejemos el triunfo de los pueblos chileno y boliviano. Triunfos que llegan para aliviar la arremetida neoliberal de los últimos años en Latinoamérica. El caso peruano.
El Chilenazo
En una sociedad como la chilena, que padeció una dictadura cívico y militar bajo el terrible liderazgo de uno de los dictadores más sanguinarios que hubo, celebremos este logro inicial que supone cambiar desde cero aquella atávica constitución hecha por y para los privilegios de la clase más rica. En abril empezará a dirimir la batalla que supondrá una convención constitucional histórica para el país limítrofe. Que los privilegiados presionaran para que dicha renovación no suceda, es más que un hecho. Aun escucho atónito aquellas palabras de la primera dama chilena, hablando de una “invasión alienígena” cuando explotó la revuelta del pueblo, o cuando señaló tan descaradamente que “habrá que comenzar a compartir las riquezas en Chile”. Con incansable lucha y a pesar de los palos y las balas de los carabineros manchados de sangre, el pueblo chileno ganó su derecho a discutir de qué manera quiere vivir, es decir, de qué forma concibe a la educación, la salud, el trabajo y el medioambiente. Empezar a debatir para cambiar una de las realidades más desiguales del mundo. Discutir qué rol le cupe a las mujeres y el movimiento feminista en una sociedad marcadamente autoritaria y machista. Y por qué no, comenzar a pensar qué papel debe empezar a jugar Chile en la integración de Latinoamérica.
La élite aún gobierna
El mito del modelo capitalista chileno moderno y exitoso ya ha sido cuestionado y derribado por la dura realidad. El bajo nivel de politización de la sociedad heredado de la criminal dictadura pinochetista ha llevado a décadas de inmovilización de las masas y de los sectores más combativos, y la repelencia de las guardias del orden conservador ha mostrado estar dispuesto a seguir acatando las directivas emanadas desde las altas esferas de poder aun gobernante. Es por eso que, aunque suene obvio, vale llamar la atención respecto a que la alegría que envalentona a los pueblos subyugados por los poderes prevalecientes, no tiene que convertir el entusiasmo actual en simple papel picado, en meros enunciados escritos en unos documentos o leyes escritas sobre tinta muerta, como suele pasar con las constituciones reformistas, que en contados casos han podido por sí solas transformar a las sociedades. Es que la batalla no es solo legal: es cultural además de económica, y contra un sistema neoliberal pauperizante de la vida de los trabajadores, jubilados, estudiantes y desocupados. Es a partir de ahora que se vuelve necesario mantener la llama más viva que nunca con los anhelos de los que el pueblo del hermano país volcado en todas las calles es depositario. Cualquier constitución, si se pretende legitimada por la voluntad popular, deberá respirar en sus letras y sus enunciados esas múltiples voces desoídas históricamente en Chile.
“A la boliviana”
La sociedad boliviana, con una situación en principio distinta a la de Chile, hace un año vivió un duro golpe de Estado por parte de las elites locales, apoyadas por la Organización de los Estados Americanos, dirigida desde Washington. Sin embargo, hace apenas días el pueblo ratificó lo que en 2019 había expresado en las urnas: un aplastante apoyo al Movimiento Al Socialismo (MAS), y no solo eso, con el triunfo del candidato Luis Arce oxigenó la viabilidad del sistema democrático boliviano, que venía siendo cuestionado por el anquilosamiento de años en el poder por Evo Morales. De esta manera se abre un nuevo periodo en el país hermano, en el que deberá enfrentarse una de las peores caídas económicas de la historia producto de la pandemia y del desmanejo del gobierno golpista de Añez. Los mismos grupos desestabilizadores que propiciaron el golpe ahora reclaman una Junta Cívico Militar para impedir que Arce y el MAS accedan al poder en noviembre. Será cuestión de tiempo para que el flamante gobierno se rearme de modo pueda contener este intento de arremetida de la derecha. Mientras tanto, se esperará que el MAS continúe ciertas huellas del sendero que venía recorriendo, como la democratización popular, el reconocimiento de las identidades plurinacionales, y marque la cancha a las corporaciones interesadas en los yacimientos mineros y petroleros de Bolivia. De hecho, una de las principales críticas al gobierno popular de Evo Morales, fue en su momento el sostenimiento del modelo extractivista de los recursos naturales, continuado y profundizado bajo el gobierno de facto derechista.
Conclusiones parciales
Mientras que el pueblo chileno pretende acceder por primera vez en décadas a un universo de mayor democratización y participación política de cada uno de sus ciudadanos, el caso boliviano es inverso en el sentido de que recupera a fines de este año el sendero de apertura democrática, plurinacional y participativo por el que venía transitando desde 2006. Quizás de antemano, así ilustrado, constituyan dos trayectorias opuestas. Pero si afinamos bien el lápiz podemos observar, como hilo vertebrador, la presencia insoslayable e imperante del poder popular (en las urnas, en las calles y en las trincheras) en cada derrotero comentado modestamente en este análisis. Esto de ningún modo restringe el peligro latente que constituyen los sectores más rancios de la sociedad tanto chilena como boliviana, y de Latinoamérica en general, que ven con malos ojos los avances en materia de derechos para las clases populares.
Cabe señalar lo que en estos días viene sucediendo en Perú, donde el ex presidente de bandera liberal, Martín Vizcarra, fue destituido según el propio congreso que ahí lo había puesto –recordar que Vizcarra sucedió a Kuczynski en 2018 por casos de corrupción- juzgado por “incapacidad moral permanente”. Claramente estos hechos demarcan una sistemática red corrupta en las entrañas del aparato político empresarial del Perú. A esto no escapa que el que era hasta hoy (domingo 15 de noviembre de 2020) presidente provisorio, Manuel Merino, haya tenido que salir por la puerta trasera del recinto presidencial, renunciando a su función dada la movilización del pueblo. Dos muertos en recientes represiones a las protestas, y la sensación en los peruanos de que el sistema político está carcomido desde los noventa por el autoritario régimen fujimorista, evidenciaron el fin de un ciclo en el país y la nueva oportunidad de que el movimiento popular proponga cambios profundos de cara al futuro, signado por un congreso sumamente cuestionado desde hace años. La pregunta es, ¿se animará el país incaico a plantar una asamblea constituyente soberana que se asimile a la que el pueblo chileno eligió hace unos días, a riesgo de que se institucionalice como sucedió en dicho caso?
Como se intentó esbozar anteriormente, es seguro que los caminos que atraviesen Chile, Bolivia y Perú en esta especie de “primavera” o despertar popular, estarán más provistos de espinas que de rosas, pero reconozcamos que es un inicio y un indicio de una posible integración que entrelace con más fuerza los intereses populares de la región frente a la vigilia neoliberal.
Tandil, noviembre de 2020
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