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El “Temple de acero” de los Hermanos Coen

CINE en VERANO

¿Cómo catalogar el cine que realizan Joel y Ethan Coen? En este western que resulta ser “Temple de acero” (remake de aquel protagonizado por John Wayne en 1969, por el cual obtuvo el Oscar a mejor actor) los hermanos nacidos en los Estados Unidos despliegan su típica batería de personajes cínicos y diálogos mordaces, y al mismo tiempo apelando a la épica heroica de los “bien intencionados” protagonistas: la niña (Hailee Steinfeld) que busca obstinadamente la venganza de su padre muerto a manos de un forajido, y la historia de un viejo alguacil (Jeff Bridges), algo huraño e ido por el alcohol. Son geniales las interpretaciones de estos dos actores, Brigdes es para mí uno de los mejores actores vivos que quedan del viejo Hollywood (1), pero sobre todo sorprende, para bien, la desenvoltura con que la joven Steinfield lleva a cabo su papel. En un tercer lugar aparece Matt Damon, quien hace desde un principio de aborrecible -y creído- ranger de Texas que con el correr de las escenas termina redimiéndose.


Otros protagonistas de la película son sin duda la ambientación de la época de fines de mil ochocientos en el Lejano Oeste, y la hermosa fotografía de Roger Deakins que termina dando un toque muy real a la historia. Son de una belleza pictórica remarcable los parajes desolados que recuerdan a ciertos rincones de la Pampa Argentina o la Patagonia.




Con guión de los Coen, que deslumbraron en anteriores cintas como Fargo, El Gran Lebowski y Barton Fink, en esta historia no faltan extensos y sagaces diálogos desde que empieza, cuando la cámara sigue a la joven protagonista que llega al pueblo en su tenaz búsqueda por encontrar a un “profesional” que encuentre al que mató a su padre. El sheriff de allí le cuenta de "Rooster" Cogburn (Bridges). Escenas después, la corajuda niña se encuentra con el Ranger de Texas LaBoeuf (Damon), quien desde hace meses viene persiguiendo al mismo bandido que había matado a un senador texano, por asunto que hoy nos parecería menor. Recordemos que en esas épocas cualquier desagrado entre hombres se arreglaba a cuchillazos y/o pistolazos, tanto en el salvaje oeste americano como en el mundo gauchesco de nuestros pagos pampeanos. Claramente valían otros códigos sobre la vida y la muerte...


La primera parte sucede entonces en ese pueblo llamado “Fuerte Smith”. La segunda parte es donde se abre la aventura hacia lo que es el Territorio Indio, donde aún la mano colonizadora no había calado y esa era tierra de escondite para los fuera de la ley y las tribus nómadas (aunque cabe aclarar que en el film no aparecen indios). Poco a poco vamos descubriendo a los personajes en sus intenciones y sus problemas, especialmente los relacionados con un pasado y presente frustrante para el valeroso alguacil, sin familia, sin dinero, con problemas de alcoholismo y desterrado por su biografía. El personaje de Bridges recuerda a aquellos héroes olvidados por la historia que viajan vastas distancias, en busca de un olvido o de algo que los redima. La rudeza -y la dureza- de aquel viejo tomador implacable con la pistola entonces se conjuga con el afán vengador de la niña que, teniendo muy en claro lo que quiere (además de encontrar y condenar al asesino de su padre, dignificar la muerte de su progenitor y darle al fin descanso eterno) equilibra el contraste entre rudo y dulce en el nudo mismo de la trama. El ranger es el tercer soporte en la historia, más fugaz en sus intervenciones pero no por eso menos importante.


En conclusión, estos hermanos guionistas y directores -unos verdaderos cerebritos a los cuales intentaré seguir revisando en otros de sus trabajos cinematográficos- nos ofrecen un drama y una aventura a lo Western pero que va mucho más allá del género, con hazañas y virtudes pero también con aristas humanizadoras en sus personajes, diálogos super interesantes a lo “Coen”, con lugares cínicos, oscuros y risibles -también a lo “Coen”-, y con uno de los finales más recordados de la última década del cine. No se la pierda.


Notas

(1). Cómo olvidar al risueño Dude Lebowski y su “patota” de amigos delirantes en la inolvidable “El Gran Lebowski”, de los Coen.


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