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Pedro Castillo gana elecciones en Perú

Con más del 99,99% del escrutinio, Pedro Castillo, el maestro rural del interior peruano se consagra como nuevo presidente del país andino. De este modo se inicia un nuevo periplo en el andar de una nación que viene siendo muy golpeada por la corrupción y el cambio sistemático de autoridades, con cinco presidentes en menos de cinco años, todos ellos procesados por diversos cargos. En este marco de fragilidad institucional y con minoría en el parlamento, Castillo se enfrenta a varios desafíos mayores: por un lado el de combatir los resabios aún vigentes de la dictadura fujimorista en todo el sistema político y, por el otro, el de anteponer prioridades en la batalla contra el covid-19, que se ha cobrado más de 130 mil muertes en lo que va desde el inicio de la pandemia, la tasa de letalidad más alta a nivel mundial por cantidad de habitantes.



No hay que olvidar que la sociedad peruana es una de las más desiguales y económicamente concentradas de toda la región. Por ello no es casualidad que el caudal de votos a favor del líder sindical Castillo se encuentre en el interior “profundo” del territorio peruano, en las comunas andinas y en las lejanas selvas orientales del Amazonas, pero sobre todo en Cuzco, histórica capital del desaparecido imperio Inca. Mientras que los votos de las principales urbes costeras con centro en la capital Lima, que comprenden a las zonas más desarrolladas del país, pertenecen en su mayoría a la candidata conservadora Keiko Fujimori, que por tercera vez estaría perdiendo en un ballotage presidencial.


Como en un arranque de despecho, la hija del ex presidente Alberto Fujimori (quien creó uno de los regímenes más polémicos de la historia de ese país y dura hasta la actualidad), intenta boicotear las elecciones denunciando fraude, sin pruebas evidentes. Por su lado, la Junta Electoral del Perú viene procesando los datos con normalidad y transparencia en la mayoría de la mesas, con algunas obvias excepciones de impugnación. Además, a manera de despejar sospechas, el escrutinio viene siendo televisado en directo por el canal público del país. En este marco, resulta raro pensar que una fuerza de izquierda emergente y relegada del poder real pueda desvirtuar un proceso electoral que además está siendo vigilado por veedores locales y extranjeros.


De esta manera la derecha conservadora de Perú replica lo que intentó Trump en Estados Unidos: boicotear unas elecciones transparentes por el solo hecho de no ganar. Este patrón de comportamiento puede ser extensivo a otros casos donde los sectores más reaccionarios de la sociedad no gusta de resultados que favorecen a líderes más cercanos a los intereses populares. Así aconteció también hace un año, cuando el actual presidente boliviano proveniente del MAS, Luis Arce, tras ganar en primera vuelta, fue amenazado por las mismas facciones que en 2019 habían expulsado a Evo Morales del gobierno y festejado el golpe de Estado.


Volviendo a Perú, recordemos que el eslogan de campaña de Keiko Fujimori hacía eje en el “no al comunismo”, estilo ideológico que aparentemente representa la propuesta de Castillo. Distintas celebridades defensoras del sistema neoliberal conservador, como el caso del escritor Mario Varga Llosa, iniciaron una campaña del miedo hacia la población, bajo la teoría del monstruo del populismo y del socialismo encarnados en el candidato de la lista de “Perú Libre”, que vendría a barrer con los privilegios de las clases aposentadas y los beneficios de las trasnacionales que saquean al país desde hace décadas. Este discurso también caló hondo en las clases medias y bajas del pais y de los que viven en el exterior. La magnitud de esta campaña, alentada también desde los grandes medios hegemónicos de comunicación, se observa en Argentina, donde los peruanos que habían sido expulsados por la dictadura fujimoristas allá por los noventa, por falta de oportunidades laborales y otras cuestiones, volvieron a votar en esta ocasión a sus propios verdugos, investida en la figura de Fujimori hija.


Lo que es cierto es que Pedro Castillo emerge en medio de un agotamiento político, económico y de crisis sanitaria, que lanzó al pueblo peruano en su conjunto -comprendido por les trabajadores, les jóvenes desocupades, los movimientos feministas, más los pueblos indígenas y campesinos históricamente marginados del interior profundo-, a las calles.

Mientras seguimos esperando el veredicto final de la Junta Electoral (apenas faltan algunas mesas para contar), queremos destacar que quizás sea esta una oportunidad de oro para el pueblo peruano, de recobrar las causas perdidas a manos de los sectores conservadores, de restituir derechos y oportunidades para los marginados del sistema, de terminar con la ignominia de los vencedores que escribieron esta historia de desigualdad y pobreza con sangre y olvido, con la manipulación de los mismos de siempre que miran acechantes en la oscuridad, con la impunidad de los que miran desde el centro del poder real, queriendo asestar una nueva forma de sacarle la esperanza al pueblo que lo necesita.


Como en Colombia, como en Chile, tal vez este nuevo camino que emprenda aquel maestro rural, líder sindical del interior más profundo de Perú, sea un faro que a su vez ilumine el panorama que se está dibujando en Latinoamérica, donde es necesaria una mayor integración social, cultural y económica, sin dudas. Y, sobre todo, una mayor unión de los pueblos hermanos en sus luchas y en sus reivindicaciones.

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